3º
Día. Roma.
Día:
07-09-2015.
Comentario:
Llegaba
el Lunes, día en el que había quedado con su santidad, el Papa Francisco, así
que tras levantarnos pasadas las siete de la mañana (a quien madruga, Dios y
nunca mejor dicho, lo ayuda) subimos a desayunar para acto seguido poner rumbo a
la estación de metro situada en la Plaza de la República (situada a unos 200 m
aprox) y una vez allí pillar el metro que nos llevaría hasta las calles
adyacentes al Estado del Vaticano, concretamente a la parada de metro de
Ottaviano (1,5 euros el billete de ida por persona).
Habíamos
reservado una visita guiada en castellano para un grupo de unas 25 personas,
visita que llevábamos pagada desde Asturias (76 euros) y cuya hora de inicio
estaba programada para las 09h30 de la mañana.
Como
llegamos algo pronto a la zona, paramos a tomar otro café en una cafetería
próxima a la agencia donde tendríamos que acercarnos a la misma para pagar lo
que era en sí la entrada a los museos vaticanos y Capilla Sixtina (23 euros por
persona).
A
esas horas ya había una larguísima cola de turistas, turistas que iban en
aumento, sin saber en mi caso, de donde estaban saliendo, pero el hecho es que
la cola iba en aumento rápidamente.
Lo
bueno de sacar la entrada con guía es que dicha aglomeración te la evitabas,
así que cuando estuvimos todos los de la visita programada, el guía nos fue
conduciendo por la calle de entrada a los Museos Vaticanos y hay que reconocer
que la entrada al Vaticano fue bastante rápida.
Antes
de seguir con el rollazo de la visita, un poco sobre el estado más pequeño del
mundo, El Vaticano.
La
ciudad del Vaticano es como dije anteriormente el país más pequeño del mundo y
el único que tiene por lengua oficial el latín.
Tiene
una extensión de 0,44 km cuadrados o lo que es lo mismo 44 hectáreas y una
población tan solo de 900 habitantes.
Comenzó
su existencia en 1929 tras la firma de los Pactos de Letrán y el entonces Reino
de Italia, el cual había conquistado en el año 1870 los Estados pontificios.
Dicha
ciudad con rango de estado, alberga la Santa Sede, máxima institución de la
Iglesia Católica y los dos nombres se suelen utilizar como si fueran
equivalentes, en realidad no indican lo mismo ya que el término “Ciudad del
Vaticano” se refiere en sí al territorio y el término “Santa Sede” se refiere a
la institución que dirige la Iglesia y la cual tiene personalidad jurídica
propia como sujeto de Derecho Internacional.
De
hecho es la Santa Sede la que mantiene relaciones diplomáticas con los demás
países del mundo.
La
máxima autoridad del Vaticano y jefe de estado del mismo es el sumo pontífice,
delegando el papa funciones de gobierno en el secretario de estado.
Son
180 estados los que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede,
reconociendo su existencia como microestado y como curiosidad hay países que no
tienen dichas relaciones como es el caso de China, Corea del Norte, Arabia
Saudita y Vietnam.
La
Guardia Suiza es el cuerpo militar encargado de la seguridad del Vaticano,
estando compuesta por unos 100 soldados (todos varones) y en el caso que la
Ciudad del Vaticano tuviera que ser defendida por algún país, ella sería
proporcionada por Italia.
Para
más información del Vaticano, informarse en la Wikipedia (que tan listucu no
soy…).
Vuelvo
a la visita y ya estamos dentro tras pasar un control de seguridad y ya desde el primer metro iba haber mucha gente ya desde el principio.
Un
agobio, la verdad, sobre todo para este menda al que tan poco le gusta las
masas de gente en cualquier lugar (montaña, romerías, certámenes, visitas
turísticas,…), a excepción claro está del Molinón.
Nada
más entrar, primera parada del guía y en esta primera parada el paisano nos
ofrecería unas explicaciones sobre las pinturas de la Capilla Sixtina (estaban
reflejadas en unos grandes paneles) que veríamos un rato después ya que en el
interior de dicha Capilla no dejaban hacer fotos ni vídeos.
Buenas
y clarificadoras explicaciones las que nos ofreció el guía sobre las pinturas
aunque tengo que reconocer que si en su momento me enteré bastante de cada
dibujo que había en cada pintura, si fuera ahora mismo, no me acuerdo de casi
nada de lo que nos dijo a todos los del grupo.
Es
una cosa que siempre digo yo, que cuando la gente contrata o contratamos
visitas guiadas, las mismas están bien para el momento para los que podamos ser
“ignorantes” en las cosas que estemos viendo pero la verdad la información nos
suele durar poco a los que no somos entendidos o aficionados a la materia en
cuestión, pero hay que reconocer que ayuda muy mucho para entender en un
momento dado lo que se tenga delante de los ojos renunciando a observar
simplemente los colorines y formas sin saber muy bien el significado de lo que
se esté viendo.
Después
de esta reflexión personal sigo con la visita, así que tras las explicaciones
que nos dijo el guía, empezamos realmente la visita a través de los diferentes
pasillos que conforman los Museos Vaticanos.
Sobre
los Museos Vaticanos decir que son las galerías y estancias de gran valor
artístico propiedad de la iglesia y accesibles al público, tan accesibles diría
yo que en el año 2008 tan solo visitaron dichos museos 4.310.000 personas (más
de cuatro millones de personas).
Muestran
estos museos una extensa colección de las obras de la iglesia católica y la base
de los mismos está en la colección privada de Julio II, elegido papa en el año
1503, aumentando dicha exposición por otros papas a lo largo de los siglos.
Se
componen de varios edificios y museos, perteneciendo también a los museos la
Biblioteca Vaticana, considerada una de las mejores del mundo (ésta sí que me
hubiera gustado verla como amante de los libros y escritos que soy).
Para
más información, el enlace de los Museos Vaticanos.
Vuelvo
a la visita, así que empezamos entonces a caminar a través de largas galerías
en ocasiones y escuchando en todo momento las explicaciones del guía y tengo
que reconocer que saqué pocas fotos dado lo difícil que era pararse a retratar
toda la belleza que veía en paredes y techos ya que cuando el menda se paraba,
llegaban los turistas que iban con otras excursiones y que iban por libre y los
empujones se multiplicaban desde detrás.
Como
muestra de algunas fotos que saqué y que salieron más o menos de una forma
“satisfactoria” para el menda, pongo las que siguen de dichas galerías y en
donde se ve la gran cantidad de personas que había ese día en los museos.
Tras
la visita a estas galerías, íbamos a entrar en lo que es “la maravilla” que
alberga la Ciudad del Vaticano, la Capilla Sixtina.
La
capilla Sixtina es la capilla más famosa de la Ciudad del Vaticano,
encontrándose la misma a la derecha de la Basílica de S. Pedro.
Tomó
su nombre del PAPA Sixto IV, quien ordenó su restauración entre 1473 y 1481.
Desde entonces ha servido para celebrar diversos actos y ceremonias papales,
siendo actualmente la sede del cónclave o lo que es lo mismo, la reunión en la
que los cardenales electores eligen al nuevo papa.
En
cuanto a sus dimensiones tiene una longitud de unos 40 metros con algo más de
13 metros de ancho y en la misma se pueden observar obras totalmente
excepcionales divididas en dos panales a los lados de la misma capilla.
Algo
más de información sobre la Capilla Sixtina en…
Sobre
la visita a su interior, decir que fue una pasada aunque me quedé con ganas de
poder ver las pinturas y el techo con una cierta tranquilidad ya que nos fue
imposible observar las mismas con una cierta tranquilidad debido a la gente
agolpada y que obstaculizaba el paso para avanzar y luego los guardas que nos
apresuraban a todos los turistas para que no nos detuviéramos con el fin de
agilizar la visita dada la masa de gente que seguía viniendo por detrás.
Vergüenza
ajena pasé por la gente ya que nos habían dicho que viéramos las pinturas en
silencio y con respeto, pero fue entrar en la misma Capilla y nada más entrar
me pareció estar dentro de una romería o de una feria, así que con ese sabor
agri-dulce abandonamos dicho entorno excepcional para salir acto seguido a un
patio próximo a la entrada de la Basílica de S. Pedro y en donde estaba la
taquilla para subir a la Cúpula de dicha Basílica, visita que me apetecía hacer
muy mucho.
Nos
dirigimos entonces a entrar en la Basílica de S. Pedro, la mayor iglesia
cristina del mundo, con unas dimensiones de 193 metros de longitud, una anchura
de 115 metros, y una altura de 44 metros (sin la cúpula) y de 136 metros (con
cúpula incluida).
La
cúpula dominaba el horizonte de roma y en la tradición católica, la basílica se
encuentra situada sobre el lugar de entierro de S. Pedro, primer pontífice de
la historia.
Enlace
de la Basílica de S. Pedro.
Fotos
del interior de la Basílica.
El
hueco de la cúpula.
El
lugar donde se encuentra enterrado el Papa Juan Pablo II.
Estuvo
bien la visita guiada dentro del recinto, pero en cuanto se dio por finalizada
la visita por parte del guía, rápidamente volveríamos a entrar para ver de
nuevo la basílica pero con tranquilidad.
Lo
primero que vimos fue la obra totalmente excepcional de “La Piedad” de Miguel
Angel, una pasada…
Dicha
escultura de mármol fue realizada entre los años 1498 y 1499 y ella mostró
Miguel Angel a la virgen María sosteniendo a Cristo muerto, representando dicha
obra el ideal de belleza del Renacimiento.
Me
extrañó que la estatura estuviera protegida por una pared de vidrio especial a
prueba de balas y eso era debido según el guía a que dicha escultura sufrió un
atentado cuando un australiano golpeó el rostro y uno de los brazos de la
virgen con un martillo mientras gritaba ¡Yo soy Jesucristo, resucitado entre
los muertos...!.
La
estatua sufrió graves daños, sobre todo en la figura de la virgen y unos 50
fragmentos fueron desprendidos de la estatua por lo que hubo de ser restaurada
después de un periodo de estudio.
Instantes
antes, el guía nos había comentado este incidente de hace años en la estatua y
nos había hablado sobre la existencia de una enfermedad (que yo desconocía) que
recibe el nombre de Síndrome de Stendhal y dicha enfermedad es un trastorno que
afecta a personas especialmente sensibles. Se produce cuando en un breve
periodo de tiempo, se admiran de manera continuada gran número de obras de
arte, experimentando una especie de sobredosis de belleza artística.
Algunos
neurólogos han explicado que este placer mental excesivo se puede convertir en
un gran malestar y entonces al final este malestar es lo que hace que el
turista o la persona en cuestión tenga la necesidad de atentar contra la obra
de arte en cuestión.
Al
parecer esta enfermedad se ha dado solamente en ciudades donde hay gran número
de obras de arte como son el caso de Florencia, Roma o Venecia.
Dimos
por finalizada la visita a la Basílica, saliendo entonces a hacer desde la
distancia algunas fotos de la Plaza de S. Pedro.
Acto
seguido nos encaminamos a subir a la cúpula de la basílica ya que normalmente
siempre me gusta visitar todos los sitios en los que se pueda obtener una vista
panorámica del entorno.
La
duda era si subir hasta la cúpula subiendo todos los escalones o nos quitábamos
unos cuantos con la ayuda del ascensor.
Como
estábamos más que cansados debido a las interminables colas dentro de los
Museos Vaticanos y de la Capilla Sixtina, decidimos quitarnos 221 escalones de
golpe (de los 551 escalones que tenía la subida) y en vez de pagar 5 euros que costaba la
entrada para subir todo directo hasta la cúpula, pillamos la entrada del
ascensor que costaba 7 euros y que nos evitaría el primer tramo de 221
escalones de los que costaba el ascenso hasta la cúpula, con lo cual al final
acabaríamos subiendo “tan solo” 320 escalones.
Esperamos
la cola y al poco tiempo ya estábamos montados en el ascensor. Nada más salir
del mismo, salimos a una terraza y el circuito nos obligaba a pasar al interior
de la cúpula y asomarnos a la nave de la basílica, situada unas decenas de
metros por debajo.
Foto
en el interior de la cúpula y viendo la nave principal de la basílica y la
cúpula más cerca.
Subimos
sin problemas “haciendo pierna” a través de algún tramo un tanto estrecho.
Tras
el ascenso, salimos al exterior y en donde era imposible no chocar con los que
estaban al lado ya que había gente como nunca había visto en mirador alguno.
A
la cantidad de gente que había se unía encima lo estrecha que era todo el
recinto del mirador de la cúpula, así que fui dando la vuelta a la cúpula para
intentar sacar fotos de las vistas que me ofrecía la misma a través de los
diferentes puntos cardinales.
Algunas
vistas desde este mirador (lo que se ve inmediatamente por abajo es el Estado
del Vaticano, rodeado por Roma).
Este
menda con cara de pocos amigos dado el agobio de gente que había y el cansancio
que ya tenía a esas horas..¡Qué duro es el turismo de masas…!.
Descendimos
de nuevo para pillar el ascensor y aproveché entonces a sacarme alguna foto de
la terraza en la que el ascensor nos dejaba tras subir en él.
La
cúpula de S. Pedro.
Parte
trasera de la estaturas que se asoman a la Plaza de S. Pedro.
Tras
descender en el ascensor llegamos a la entrada principal de la basílica,
poniendo entonces rumbo a la Plaza de San Pedro y pudiendo sacar alguna foto de
la famosa Guardia Suiza del Vaticano.
Información
de dicho cuerpo de seguridad.
Resumiendo
un poco la información anterior, decir que entre alguno de los requisitos para
ingresar en dicho cuerpo de seguridad es que se debe estar soltero, tener una
estatura mínima de 1,74 m, una edad entre 19 y 30 años, tener la nacionalidad
suiza, tener fe católica… (entre otros requisitos).
Una
vez cerca de la Plaza de S. Pedro, nos dedicamos a sacar varias fotos de la
plaza así como del frente de la Basílica.
Un
poco de información sobre la Plaza de S. Pedro, lugar donde se celebran algunas
de las liturgias solemnes por parte del Papa.
Como
dato visual más llamativo, en el medio de la plaza está situado un obelisco de
unos 25 metros de alto que fue llevado a Roma desde Egipto en 1586, teniendo la
plaza unos 320 metros de longitud y 240 metros de anchura, pudiendo albergar a
más de 300.000 personas y la construcción de la plaza se llevó a cabo entre
1656 y 1667 de la mano de Bernini y con el apoyo del Papa Alejandro XII.
El
menda en la Plaza de S. Pedro.
Dimos
por finalizada la visita al Vaticano y lo que hicimos seguidamente fue ir para
el metro para pillarlo con el objetivo de regresar al hotel.
Llegamos
entonces a la calle del hotel donde había un McDonalds y como no queríamos
meternos a comer pasta en alguna de las terrazas de la calle del hotel,
decidimos meternos a comer algo en dicho lugar de comida rápida, así que ese
día con 15 euros resolvimos el tema de la comida.
Tras
la comida, subimos a descansar unas horas a la habitación y tras el oportuno
descanso, salimos de nuevo para irnos a cenar a uno de los barrios famosos para
tal menester en Roma, el Barrio del Trastévere.
Aquí
ocurrió una anécdota por así decirlo y fue que para acercarnos a dicho barrio
decidimos montarnos en un autobús urbano de la ciudad y al montar en el bus y
querer pagar el billete resulta que no vimos forma de pagar al conductor ya que
se encontraba en su puesto de conductor en un recinto cerrado acristalado.
Pasamos
entonces a donde estaba toda la gente (autobús lleno) y yo extrañado por el
tema del billete.
A
medida que montaba la gente en las diferentes paradas, yo me fijaba para ellos
y veía que nadie pagaba ni nadie metía ningún carnet o ticket en una máquina
que tenía el bus por dentro, así que la conclusión que sacaría viendo el
comportamiento de la gente es que allí no pagaba ni Dios el bus y que supongo
que todos se arriesgaban en un momento dado a que un “supervisor” (si los hay
claro está) pudiera subir al bus a pasar revista.
Así
que con esta situación en el bus llegamos a la parada más próxima a este barrio
del Trastévere,
Tras
caminar unos 10 – 15 minutos llegamos a dicho barrio popular de Roma, barrio
con calles estrechas adoquinadas y en el que predominan casas populares
medievales.
Nos
internamos por las calles de este barrio, plagadas de turistas aunque hay que
decir que se caminaba bastante bien y lo primero que hicimos fue reservar en el
lugar donde íbamos a cenar en este día, un restaurante súper conocido de dicho
barrio que nos habían recomendado, el “Restaurante Sabatini”.
Tras
reservar, acto seguido fuimos a conocer el otro motivo de la visita a este
barrio, la Basílica de Santa María.
Dicha
iglesia fue fundada en el siglo III por el papa Calixto I y renovada durante el
papado de Inocencio II (1130 – 1143).
Wikipedia
de la Iglesia de Sta María.
La
iglesia es de las que hay que visitar seguro si se va a Roma en plan de turismo
ya que considero dicha visita imprescindible (no tanto como los grandes
monumentos, pero dentro de lo que son las iglesias de Roma es de las que
recomendaría visitar a todo el que se me acercara a la ciudad).
Algunas
fotos de muestra (sacadas con el móvil) de la iglesia.
Plaza
donde está situada la iglesia.
Interior
de la misma.
Tras
la visita y como era algo pronto, nos fuimos a callejear un poco por el barrio
ya que queríamos conocer otro restaurante del que nos habían hablado muy bien,
pero al no haber éxito a la primera en la localización, retornamos a la plaza
para tomar algo antes de cenar en una terraza donde yo tomaría una bebida
alcohólica (sabor a mandarina) y Noelia un vermouth (todo ello 12 euros).
Después
de tomar algo ya nos dirigimos al Restaurante Sabatini, donde nos sentamos en
una de las mesas con vistas a la Plaza de la Iglesia de Sta María.
Antes
de ponernos a cenar, toca informarse del lugar, así que…Enlace del Restaurante
Sabatini.
Antes
de servirnos y como pedimos una entrada típica de Roma y como la misma contenía
jamón, resulta que se nos acercó un paisano (totalmente independiente de los
camareros), el cual nos fue cortando unas pocas lonchas de jamón.
El
señor en cuestión, cogió a Noelia y me hizo una señal de que le hiciera una
foto junto a ella como si estuvieran cortando jamón.
Me
dio la impresión que era el clásico dueño del restaurante, ya jubilado y que no
quiere dejar totalmente su negocio, ya que todos los camareros le trataban con
sumo respeto.
Al
preguntar yo a un camarero que si el señor en cuestión era el dueño, dicho
camarero me respondió que era un paisano que siempre está por la plaza cortando
el jamón…(no digo que no sea cierto pero
la verdad no me creí mucho esta versión de quien era el paisano).
Los
dos platos de pasta.
Sin
postres y sin cafés nos cobraron por todo 80 euros así que la impresión después
de comer y pagar no fue muy positiva de dicho lugar. Resumiendo, no volvería a
comer aquí que es con lo que me quedo siempre cuando finalizo la comida en un
restaurante, sea de donde sea y sobre este restaurante, pienso que su fama es
más bien por el lugar donde está situado que por la propia comida.
Abandonamos
entonces el lugar para ponernos a caminar un cuarto de hora para coger de nuevo
un bus que nos acercara al hotel (visto nos había resultado gratis la ida,
pensé que ya que estábamos cansados y no nos apetecía caminar mucho, la vuelta
también iba a ser gratis, hecho que así fue).
Resumiendo
el día, el peor día de todos en Roma en cuanto al cansancio y aglomeración de
gente ya que aunque tampoco se puede decir que caminamos como los dos días
anteriores, el estar casi siempre con gente al lado empujando y peleando por la
posición, hacía más cansino el ver las cosas.
En
cuanto a los monumentos y lugares a visitar, todos los de hoy resultan imprescindibles
en un viaje a roma (menos el Mcdonals y el Sabatini, claro está, jeje…).
Otro
día que iba a dormir de maravilla y ya iban a ser tres seguidos…
¡Y el Papa que no apareció...!
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